Puerto Imposible

Nos divertimos caminando junto a un mar que explotaba en sus orillas. Me divertí contando las olas que golpeaban tus pies, mientras del otro lado de mi cuerpo una ciudad gritaba "no me olvides".
Fue la última tarde en que prometerle un mañana a tu nombre, equivalía a llenar mi boca de relojes. Te abracé, cayendo en tu pecho como una regata de naufragios arrimándose a la Isla del tesoro. Así comenzaba la odisea en mi boleta de pasajes. Volver a verte, luego de tener los ojos riendo y luego salando. Alguien debía irse, conocer todos los lugares del mundo; ese color verde que aparece en los mapas que inventamos desde el espacio. Con el pasar de los días y aún más en las noches, las promesas se convertían en la sensación de no estar donde se estaba, aunque seguíamos siendo el mismo esqueleto sencible que fueron nuestros abuelos. Y eso de ser algo más que movimientos conectados a un cerebro, pronto llegaba a estar en la sección de ofertas, en esa tienda de la esquina, donde el día festivo no existe. Las únicas huellas quedaban en el borde de la ventana, entre un cigarrillo y otro, las cartas y los naufragios se desteñían sobre el vaho de esa misma ventana, ya absurda con el tiempo. Ni tú ni yo alcanzamos a armar el barquito de papel que nos ayudaría a salir a flote. Nos hundimos sin siquiera intentarlo. Te perdí y me perdiste el abrazo de una tarde de promesas. No hubo mañana. Ahora me doy cuenta de que faltan patrocinadores para quienes deciden de pronto, un día cualquiera viajar en ese submarino amarillo que siempre te parecerá una mala película o jugar a que un globo aerostático puede elevarse con la falta de gravedad que guardaste en tus calcetines cuando eras niño. Es precipitarse a un difícil volver el querer irse. Mirar atrás sin morderse los labios producto de la nostalgia; abrazar el último punto de un pasillo inasible, del que sólo se conoce la última conjugación de todos los verbos. El olvido transformado en una opción y no en el fluir natural de la memoria.

2 comentarios:

Azul café dijo...

De los grandes misterios del universo, la belleza...

Te imagino recogiendo en la inmensidad de la mente, separando las olas con la mano para que te dejen ver, cada palabra, cada pundo y seguido.

Cada verso es infinito.

Te imagino luego puliéndola, enhebrándola en el collar de tus quimeras de absoluto.

Luego, meces todo, como si fuera un recién nacido, y así evitas lo incierto.

Y amo cuando vuelas, porque tal vez sonrías.

Anónimo dijo...

volar como una chica de girondo, como ver machuca en francés...