3.38 am

Sé que he tardado en escribirte. Pero así como se nos va presentado la vida, es muy probable que mi correspondencia se limite a momentos roídos por la angustia. Ah, Migrateur, mi querido Migrateur. A ti no puedo mentirte, ni siquiera usando de escudo estas palabras podría mentirte, ni un poquito. Bien sabes que hay veces en que la monstruosidad del tiempo se alimenta de mi calma y ya no soy más que un cuerpo tiritando entre alternativas que parecen miserables. No me gustan estas noches Migrateur, porque son de espanto, de frío, de un estruendo en mitad del pecho y lloro, lloro sola, con mi espalda apoyada en la pared, como si así fuera posible sostenerme. Migrateur, necesito escucharte decir que ya, que es tarde y que mañana tenemos que despertar temprano para viajar a otro lugar. Y ahí el sueño me atrape y no sea más este silencio Migrateur, que es un millón de océanos ahogándome y que es todo en lo que se ha convertido esta casa últimamente.

3 comentarios:

Espérame en Siberia dijo...

Qué terrible es conocer ese silencio. No hay cosa peor que el silencio. Creo que es incluso peor que la indiferencia, aunque vayan de la mano, no siempre uno depende del otro.

Un abrazo inmenso.

Pamela Bram dijo...

A veces mucho ruido, mucho alboroto provoca demasiado silencio.

Te devuelvo el abrazo, en Siberia.

Azul café dijo...

Te espero siempre.
Aún sabiendo que "siempre" es la palabra más loca de la existencia, la más insensata, trágica, tétrica e insincera, reconozco que no deja de ser la más... digamos hermosa, si quieres que sea hermosa, inmensa.