Dando vueltas

Es cierto. Yo no volvería a hacerte esperar. No, porque ahora entiendo lo que vale un minuto cuando se une a otro minuto y de fondo sólo escuchas el sonido de las bocinas de los autos y las conversaciones sin sentido de la gente que pasa (demasiada cotidianeidad para ser soportada así de lúcida, en una ciudad que no te gusta, que no quieres que te guste). Yo no volvería a hacerte esperar. No, porque ahora entiendo que para ti era importante que yo llegara, que hiciera algo con mi tiempo, que quizás lo transformara en tu tiempo, aunque sólo se tratara de una cita informal, cualquier día, en cualquier momento. Yo no volvería a hacerte esperar. No, porque ahora entiendo de qué se trata la piel cuando la escondes en los bolsillos de tu chaqueta y tarareas una canción que escuchaste en el colectivo, en el metro o en la radio. Luego mirar hacia todas direcciones, como si alguna vez hubieras aprendido los puntos cardinales o las calles (yo ahora sé algunas calles, aunque cada vez entiendo menos de estes u oestes). Pero ante todo, esto es cierto. Yo no volvería a hacerte esperar.