Lluvia

Me gusta ver como le quitas el esmalte rojo a tus uñas. Tal vez porque el fuerte olor de la acetona empapando algodones, es sin duda soportable con tal de encontrarte así, como terminas luego de guardar el delineador de ojos, se marcha el lápiz labial y con tu cara dulce y ajena al maquillaje, me besas tristemente; siento que es triste, porque tus labios a penas se mueven y por el contrario, permanecen aquí en mi boca, en una cámara lenta con sabor a tristeza, porque de pronto te volteas y abres nuevamente el esmalte de uñas, ves correr las gotas como sangre en la punta de tus dedos y yo me siento caer, como cae la tira de tu polera blanca bajo ese hombro izquierdo con mi lunar preferido. Una vez más el cabello haciendo un velo en tus ojos, alzas la vista… me sonríes. Yo ya no sé por dónde empezar a amarte, si cada gesto tuyo me obliga a improvisar, como un loco y soñador sin experiencia en serenatas pasada la media noche. Sin embargo tu rostro continúa desnudo y fresco… Me recuerdas a esa tarde de lluvia en que olvidamos los paraguas en la escalera y tu reías como si no importaran tus pantimedias empapadas de diluvios, tus botas haciendo compases en cada charco y yo siguiéndote de la mano, para no dejar de encontrarte. Abandono mi asiento y me asomo a la ventana. Han anunciado más de 30º para mañana; temo no poder invitarte a beber nubes. Y en eso tu voz me susurra en medio del verano y me abrazas que me quieres mucho, que harás lo posible por alejarte del lápiz labial y me besas alegremente ahora. Sabes que amo tu boca intacta y tu cuerpo inundándome, así como un nuevo día de lluvia, esta vez bajo techo.