La soledad acompañada

Yo soy de esa gente que siente nostalgia, aun habiendo olvidado todos los nombres importantes. Mi pecho agujereteado, inspira dolor y cierto atisbo de ternura, por entregarse fácilmente al volar de todos los pájaros que surcan el cielo de aquí. También me quejo de mi falta de valor para cerrar ciertas cosas como una ventana, una puerta, incluso cerrar los puentes de mi Isla y así volverme un poquito indestructible, un poquito menos lamentable. Yo soy de esa gente que tiembla sin hablar de frío. Soy la inquietud por dentro, la piel erizada porque sí, aunque no llueva, aunque los gatos insistan en morir lejos de mi alma. Hay atardeceres en que me duelen las piernas, caminar es un estorbo para mi cuello ahorcado de ideas, de palabras incapaces de lanzarse al vacío sin paracaídas. Mis suicidios suelen atascarse en mitad del camino, donde ningún color es algo estable. Pronuncio esta corporalidad robótica en un bostezo. Le llamo angustia al manojo de cuchillas que cruzan mi garganta. Por hoy renuncio a una posible reconciliación con los países que no me han visitado. Mi amor, acurrucado al interior de un capullo, se ahoga un poco. No hay alas disponibles. Todo auxilio es el desquite de un mal augurio. Yo soy de esa gente que se resigna a cambiar de hoja el calendario, con tal de avanzar. Soy lo que queda luego de una noche de promesas, soy el mapa doblado en cuatro partes al interior de un armario. Y siento nostalgia, como tantos olvidados.

4 comentarios:

Azul café dijo...

¡Jo!

Y no para de llover... ¡No para!

Con este tiempo, sólo es bueno quedarse debajo de su piel.

Vania dijo...

Me desdoblé al leerte. Yo también soy de esa gente, yo también siento nostalgia, en ese escrito, yo soy tú.

Proserpina dijo...

Pamela

Proserpina dijo...
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